Pues bien, el motivo de mí digamos “póstumo” es para complacer tanto llamado espiritista de rabia, reclamo y recelo. En el fondo sé que me amas. Aunque parece que aún no has podido perdonar y olvidar ese, mi pésimo acto de desaparición, en verdad, resulte ser un funesto intento de mago. Aprendí a desaparecer; pero, ¿cómo reaparecer? es un problema que jamás podré resolver.
Te extraño. La soledad se siente aun más sola desde que ya no puedes acompañarla, esta totalmente inconsolable, y te juro que me tiene harto, tanto sollozo por aquí y por allá, la mal acostumbraste a tu compañía; pero, no te preocupes ya lo superará, o al menos eso espero.
Sabes que te quiero, siempre te he querido, compañeras como tu ya no se encuentran en estos cada vez más largos y angustiosos días, desde que la frontera “moralina” es tan estricta y pasar tanto pecado desnudo y mal atado por contrabando ya no es un negocio redondo para el libido tan parisino que nos habíamos montado; pero, qué más da, lo que importa es que tuve el caprichoso placer y placer de conocerte.
Sabes, con ninguna reí más que contigo, ni dije más idioteces, ni siquiera sé como llegaste a soportar esa mezquindad tan presente y derramada en mi boca, las manos que te rozaban con ese encanto pueril, tan “Milleriano”. Sé que tenía mi “algo” cómo tu lo llamabas, pero nunca pensé que desarrollarías un atávico masoquismo, quizá siempre fue lo tuyo, porque yo siempre supe que el dolor sistemático era lo mío.
¿Cómo demonios fue que nos encontramos y fuimos lo que fuimos? Te agrade o no, creo que fue gracias a la rubia morena corazón de luciérnaga, a ella es a quien le debemos nuestro oportuno encuentro, ya que tu existías tanto para mi como para un ciego los colores. ¿Por qué resolví atacar a tu odio con mi verso cursi y prosa embustera? Pues por que más, por sincero y pulcro interés y utilidad, pensé que contigo podría acercarme a la luciérnaga y me ayudarías a tomarla. Tú eras sólo un engranaje en mi juego; pero no contaba con tu enorme perspicacia y al final fui yo quien terminó siendo parte del tuyo.
No eras lo que yo esperaba, no. Fuiste lo mejor, fuiste lo peor, depende del ojo juicioso y causativo con que se te mida. Contigo descubrí o aprendí el arte de la concupiscencia y la risa desmedida, eres la mejor maestra en este campo. Contigo me la pase bien. Y Así fue como nos vimos en la encrucijada de un cariño cada vez más desinteresado en desatar, eso que nos prometimos sólo atar por las noches, te importaba si yo estaba mal así como a mi me importaba que tu estuvieras bien y nos permitimos lo que era prohibido: hurgar el alma del otro. Así fuimos cada cual creando su propio monólogo de altibajos, vaivenes, resentimientos, consuelo y cariño, un desenfreno que cualquiera envidiaría. Debes en cuando tal vez, quien sabe, no lo sé, yo lo haría.

Hasta aquí llega mi último eslabón de mea culpas, reproches y trasnoches de vicios que ya no matan (por obvias razones), me despido.
Atentamente yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario