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jueves, 8 de abril de 2010

Hice de mí.

Hice de mí, lo que dios me negó.
Para mi bien decía él,
Y siendo dios, un clarividente
Un tahúr de dados cargados,
Pues sí, era lo mejor.

Pero, hice de mí una antípoda
De ferviente y perpetua porfía.
Una oscura imitación del caballero quijotesco,
Un almanaque de dudas y minucias.
Un Anarquista con decálogo,
Un géminis múltiple,
Un coleccionista de restos de pan,
De brizna y ceniza, de lluvia
De Sangre y humo,
De versos,
Que nunca serán verdaderos versos.

Dios, quería negarme la tortura
El quería para mí la beatitud de la ignorancia.
Pero, yo quería jugar juegos de ruleta rusa,
Disparar en mi sien el plomo de la lucidez.
Y sin retorno la bala como relámpago
Fue dejando su quemadura.
Y la lucidez era dolor sempiterno,
Hambre insaciable,
Exilio y soledad.

Pero, esta también me hirió de alegrías, es cierto,
Hubo fiestas sin antifaces,
El salpullido de la culpa desapareció,
Las sombras en la caverna
Dejaron de ser sombras,
La libertad era al fin
Una autentica Elección.

Es cierto, dios quería lo mejor para mí.
Pero, preferí condenarme
Y caminar por el cadalso,
Por la angustia del insomnio
Ese asesino de utopias.

Porque es cierto, yo erigí mi voluntad
Sobre la voluntad del dios caído.
Él era mi amigo y tan sólo me deseaba lo mejor.
(Perdón)
Pero hice de mí un infierno,
Un demonio, ese dios:
Un ser humano.

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